Finaliza un año extrañísimo para
la población mundial y la economía global. Un enemigo invisible llegó para
sacudir la armonía, el crecimiento económico, y la estabilidad social. Millones
de muertes humanas, cientos de miles de empresas quebradas y familias en
absoluta pobreza es lo que dejó la pandemia del Covid-19. Situaciones duras y
momentos difíciles padeció el conglomerado mundial, pues nadie, ni siquiera los
profesionales más probos de la salud, estaban preparados para enfrentar al
bicho.
Infortunadamente, un virus
desconocido para todos hizo enormes estragos sin que hubiere formas efectivas
para contenerlo, ni alternativas idóneas para erradicarlo, so pretexto la
mediana esperanza de una vacuna que no sabemos qué tan efectiva será, ni que
tanto llegará a la sociedad. He allí el problema. No obstante la calamidad, la
situación nos exige preservar el llamado universal que radica en conservar la
esperanza, confiando de suyo que la ciencia podrá blindar a las personas de un
enemigo despiadado.
Luego, esperamos en 2021 que las
medidas económicas para reactivar el sistema productivo, vitales a fin de
derrotar la pobreza y garantizar el bienestar de la sociedad, reúnan mayor
empatía con los empresarios y los trabajadores de a pie, de manera que sea
factible generar un equilibrio fraterno entre empresa, trabajadores y gremios
sociales, pues sólo así podremos concebir una recuperación a mediano plazo
indispensable en la economía.
Aunque, adicional a lo descrito,
concebimos seis retos comportamentales para 2021 que modestamente recomendaría
aplicar.
PRIMERO. Ejercer empatía y
solidaridad: en términos coloquiales, nos invita a ponernos en los zapatos del
otro mediante la colaboración y la solidaridad. Ayudar al prójimo sin esperar
algo a cambio.
SEGUNDO. Valorar el seno familiar
y personal: ello nos invita a amar a los nuestros sin disociar de aquellos. Es
un principio antiquísimo disfrutar con plenitud el tiempo en familia,
suprimiendo la apatía y el rencor. En tanto haya vida, es una conducta que
todos debemos ejercer so pena de arrepentirnos cuando vaya acabando la misma.
TERCERO. Preservar la prudencia y
la humildad: este ejercicio es inexorable para fortalecer el tejido familiar y
personal. Suena a paisaje, pero todos sentimos animadversión y desidia sobre
aquellos seres humanos que se dicen superiores a los demás. Reza un refrán que
vale la pena citar: “La prudencia en el que la tiene, muchos daños y males
previene”.
Recuerden que la prudencia es la
virtud de los sabios. Acá citaré una reflexión de mi autoría, que con modestia
podremos aplicar: “Quienes hablan de más están inmersos en mil vacíos que no
han podido superar; obremos con empatía para ayudarlos a mejorar”.
CUARTO. Derrotar la envidia y la discordia: la envidia y la discordia son un mal impregnado en las esferas del mundo fenomenológico. Un lugar común que vale la pena recordar: “Quienes no sienten envidia son realmente felices”. ¿Envidia y discordia o armonía y felicidad? ¡Tú eliges!
QUINTO. Erradicar la ingratitud: la gratitud es una virtud que caracteriza a las personas inteligentes. Quien no agradece lo que tiene es un analfabeto al que la vida aterrizará. Vaya problema el de aquellos que además de ingratos carecen de humildad. Seré breve: el principio de la abundancia es aprender a agradecer. La palabra mágica es decir: ¡Gracias!
SEXTO. Buscar la felicidad: vinimos al mundo a ser felices. Y para ello es importante aplicar los tres principios de Ulpiano: vivir honestamente, no dañar a los demás, y dar a cada uno lo suyo.
¡Feliz 2021!
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