Santos, el presidente más detestado de nuestra historia republicana, está padeciendo el ocaso del abandono comunitario. A decir verdad, son escasas las gestiones positivas que pueden rescatársele en sus ochos años de Gobierno: el programa ‘ser pilo paga’ con un sinnúmero de deficiencias, y las viviendas gratuitas con notables incumplimientos. En lo restante, padece desaciertos proverbiales. El pobre nobel está asumiendo las consecuencias que apostó desde el comienzo con su escueto capital político. En la nación nadie lo respeta, puesto que no cuenta con el más mínimo ápice de credibilidad. Sus antiguos aliados le hacen el feo, porque tienen presente que no es conveniente mantener una relación cercana a él. Su candidato Vargas Lleras lo pisotea, lo utiliza como le place, lo irrespeta y, lo peor, lo increpa cada vez que quiere a través de sus variables pronunciamientos. No hay peor humillación para un mandatario que, tener que soportar los actos de insolencia de su supuesto ‘candi
Comentarios, Conceptos, y Opiniones de Actualidad Política, Jurídica y Económica.