El paro en Colombia solo ha
arrojado pérdidas. Pérdidas económicas, pérdidas de vidas, pérdidas de empleo,
pérdidas en lo institucional, y pérdidas en el tiempo por la inmovilidad.
Quienes marcharon el 21 de noviembre tenían derecho a hacerlo, sí, hasta allí
fue respetable. Empero, lo que no podían hacer era paralizar un país entero,
afectar la economía y el derecho de las mayorías, y bloquear las ciudades con
actos de vandalismo salvaje.
La realidad es innegable: los
efectos económicos del paro fueron perversos. Según estudio realizado por el
Diario la República en los días de marchas, la actividad comercial se redujo en
un 40% a nivel nacional y solo en Bogotá, Fenalco calculó pérdidas diarias de
$50.000 millones para los comerciantes. Asimismo, sostuvo Fenalco que, a nivel
nacional las pérdidas en el comercio ascienden a los $350.000 millones. Además,
señalaron que la actividad comercial y gastronómica se redujo aproximadamente
en un 40% en todo el país. Y ello sin contar los destrozos físicos, ni los saqueos
que dejaron los vándalos en Colombia.
¡Algo alarmante!
Como si fuera poco, se dice
también que varias empresas están sintiendo las graves afectaciones.
Verbigracia, Carlos Arango- presidente de la Constructora Bolívar- quien
sostuvo que los días de trabajo en las obras no rindieron porque los
trabajadores finalizaban sus labores temprano, lo que dificultó ostensiblemente
la productividad, dado que, ello es como si apenas hubieren laborado medio
tiempo. Tampoco podemos ignorar el sector de los servicios, particularmente el
de restaurantes, gastronomía, bares y hotelería. Según Acodres, se registraron
notables pérdidas equivalentes a $12.400 millones por disminución en las ventas
y en los días de mayor vandalismo $1.750 millones por ataques a locales y puntos
de venta. Adicionalmente, Asobares sostuvo que solo el fin de semana pasado
hubo un promedio de pérdidas aproximado de $64.000 millones.
En el gremio hotelero, según
Cotelco, en el primer día de manifestaciones la ocupación nacional cayó en 5,3
puntos porcentuales y las pérdidas acumuladas pueden alcanzar los $2.000
millones diarios por una menor ocupación de habitaciones. Además, también por
la cancelación de eventos en los establecimientos hoteleros se suman pérdidas
de $1.000 millones para Bogotá y de $200 millones para otros destinos
intermedios. ¿Les parece poco?
Entre tanto, sin importarles esta
realidad, vemos todavía a políticos incendiarios como Gustavo Petro y su banda
de sicarios morales, incitando a las personas a marchar para generar mayor caos
e inestabilidad social. Como reza el adagio popular: “Lo que nada nos cuesta,
volvámoslo fiesta”. ¡Sinvergüenzas!
Aunque, no obstante la situación,
ello es algo que no nos debiera sorprender por parte de la izquierda radical y
de los sindicalistas- improductivos e inservibles por demás- porque dichos
sujetos están acostumbrados a cobrar dinero sin desarrollar un solo día de
trabajo. He ahí el problema: son holgazanes y perezosos, pero les encanta salir
a generar caos en la ciudad, impidiéndoles a las personas decentes movilizarse
para ir a trabajar, bajo el falso postulado de que están legitimados para
imponerle a un gobierno- de 10 millones de electores- la deplorable agenda de
los perdedores. ¡No faltaba más!
Entre otras cosas, debemos
mencionar que el paro equivale apenas al 1.27% de los votantes y al 0.51% de
los colombianos. En este orden de ideas, los 250 mil marchantes y el perverso
comité del paro son una minoría irrelevante ante los 48 millones de colombianos
que no marchamos, y frente a los 19 millones de colombianos que votamos en las
elecciones del 2018.
Que no nos quepa la menor duda:
el paro fue la agenda de los inútiles, pues el 80% de los marchantes han sido
émulos de la anarquía, del vicio y de la destrucción. Regalados son caros.
Anarquistas: ¡Váyanse a marchar a
sus casas y dejen trabajar!
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