He advertido en múltiples espacios que el país requiere una reforma sustancial y estructural al sistema jurisdiccional. Tanto más cuando de manera constante la realidad nos lo demuestra. Pero, adelantar este megaproyecto acarrea innumerables dificultades, porque en primer término las Cortes no tienen voluntad de auto-reformarse, de manera que, si el congreso tramitare dicha reforma, la misma se hundiría en los anaqueles de la Corte Constitucional. Está decantado que los magistrados del alto tribunal no querrán desprenderse de las funciones omnímodas que les permite intervenir en lo divino y en lo humano. En segundo término, considero que pensar en una asamblea nacional constituyente para reformar únicamente el aparato jurisdiccional es un despropósito monumental, en la medida en que, el conducto regular es hacer uso de dicho instrumento para reformar la constitución en su totalidad y no meras partes de la misma. No me agrada, como quisiera, la Constitución de 1991, empero, no hay a
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