Tomar decisiones de alto riesgo
es, quizá, la carga más impetuosa que deben soportar los verdaderos líderes,
bien sea en la dirección de una compañía privada o en la del Estado. Cuando el
panorama es caótico las actuaciones de quienes dirigen los hilos tienen que ser
consecuentes y contundentes a fin de proporcionarles estabilidad a quienes
dirige, pues, ciertamente, al líder natural se le conoce mucho más en la
adversidad que en el triunfo. En el triunfo todos estarán satisfechos,
contrario sensu, en la adversidad se requiere de reacciones efectivas y
oportunas, para salir avante de la situación.
Liderar, por esencia, demanda
tres cualidades indispensables: en primer lugar, la capacidad de influir en la
conducta de las personas que le siguen, en las personas de su equipo, y, en
general, al conglomerado social generalizado. En segundo lugar, la capacidad de
motivar, es decir, incentivar positivamente la actitud de las personas que
dirige o que tiene a su cargo; esto es lo que le exige al líder sacar lo mejor
de las personas. En tercer lugar, la capacidad de inspirar, es decir, lograr el
beneplácito de que las personas sientan aquella identidad que los llevará a
emular el comportamiento del líder. Luego, para lograr lo antecedente, el
liderazgo debe ser fuerte en la adversidad, pero modesto en la victoria.
Dentro del escenario público- que
es el que nos interesa analizar- el presidente de cualquier república
democrática, inexorablemente, debe gozar de las tres cualidades descritas so
pena de verse en serios problemas de gobernabilidad, máxime cuando el país que
está administrando adolece de profundos problemas. Verbigracia, Colombia es un
país que, actualmente, padece más problemas que aciertos. Y ello, de sumo,
amerita por parte del presidente Duque un liderazgo fuerte que proceda con
decisiones oportunas de alto impacto para el bienestar de la democracia.
Así, pues, Colombia requiere de
un liderazgo excesivamente vigoroso a fin de ejercer la autoridad ante el caos,
el crimen organizado y el narcotráfico. Este ejercicio de la autoridad tiene
que ser sumamente vertical, con miras a neutralizar a aquella amenaza
terrorista liberticida que propende por la degradación absoluta de la sociedad.
En la actualidad, Colombia cuenta con aproximadamente 230 mil hectáreas de
cocaína, y en 2020 su producción ha superado más de 980 toneladas. El
presidente Duque se comprometió en campaña (2018) a erradicarlas; promesa que
nos motivó a votar por él, pero hasta el día de hoy nanay cucas. Ahora, nos
preocupa en demasía que este Gobierno tenga menos de dos años para obrar de
conformidad, razón por la cual, es nuestro menester dirigirnos al presidente
Duque.
Permítame preguntarle, presidente
Duque: ¿Cuándo comenzará a ejecutar su promesa de campaña? ¿Pa’ cuando la
fumigación, señor presidente? Todas las semanas los bandidos de disidencias
Farc y Bacrim acribillan a un líder o lideresa social diferente, lo cual nos
duele sobremanera, tanto más cuando hemos observado una posición tibia, tardía
y flexible por parte de su Gobierno.
Permítame preguntarle, presidente
Duque: ¿Cuántos líderes sociales tienen que asesinar para que, de una vez por
todas, se coordine una acción contundente del Estado tendiente a capturar o a
dar de baja a los bandidos que perpetran tan atroces crímenes?
Permítame preguntarle, presidente
Duque: ¿Cómo está incentivando su Gobierno a los campesinos cocaleros y demás
para que denuncien a los criminales que delinquen en sus territorios?
Permítame preguntarle, presidente
Duque: ¿Cómo pretende usted generar confianza entre los campesinos para
denunciar la ilegalidad, si diario defecan del miedo al presenciar los
asesinatos de líderes sociales dentro de sus territorios? Lo peor de ello es
que no hemos visto una reacción eficiente, eficaz, efectiva y oportuna de su
parte. ¿Qué está esperando, señor presidente?
Permítame preguntarle, presidente
Duque: ¿Cómo podremos imaginar los colombianos un país estable si está inundado
de bandidos que traquetean libremente y acribillan a personas indefensas?
Permítame preguntarle, presidente
Duque: ¿Por qué ante tan deplorables hechos delictivos su presencia en los
territorios es tardía? ¿Qué está pasando con su accionar institucional?
El precio de liderar en el
espectro público nos exige tomar decisiones políticamente incorrectas que son
menester para la tranquilidad de los ciudadanos, así como para el futuro de las
nuevas generaciones. El problema de gobernabilidad de la administración
nacional está pavimentándole el camino al poder a peligrosos grupos de extrema
izquierda que, desde ahora, están haciendo campaña sobre las cenizas de su
debilidad.
Impedir que los populistas
colombianos lleguen al poder en asocio con Cuba y Venezuela, depende única y
exclusivamente de una buena gestión administrativa por parte del Gobierno
actual. Infortunadamente, la carencia de liderazgo del presidente Duque está
facilitando los anhelos del neocomunismo nacional.
Presidente Duque: el verdadero
problema de Colombia no es el Covid-19. ¡Es hora de que usted ejerza autoridad
ante lo expuesto!
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