Era de esperarse la escogencia del fiscal de la maligna JEP: un hombre que en su calidad de fiscal de derechos
humanos, tuvo la osadía de poner su cargo al servicio de la extrema izquierda
para perseguir a los soldados y policías de Colombia. No sobra decir que, se trata de un izquierdista
extremo que hacía parte de la unidad de derechos humanos de la fiscalía: el
perfil perfecto para asesinar políticamente a los opositores, y, tener
contentos a los cabecillas de las Farc.
Infortunadamente se trata de un sujeto que aborrece, sin vacilación
alguna, a los militares y policías que, han combatido al terrorismo. Su nombre
es Giovanni Álvarez Santoyo, un hombre que concebimos como enemigo declarado de
las fuerzas militares, pero sobretodo, de cualquier ideología proveniente de
centro derecha.
Dicho sujeto, por su magno poder, podrá ordenar interceptaciones,
incautaciones, allanamientos, y detenciones preventivas. Facultades sumamente
útiles para fregarle, sin consideración alguna, la existencia al que le plazca.
No habrá contrapesos para dichas potestades, toda vez que, su blindaje jurídico
es desmesurado. Asimismo, no habrá quien lo controle cuando incurra en abusos y
arbitrariedades.
Además es importante mencionar que ese señor Álvarez en el ejercicio de
su función como fiscal de derechos humanos, desestimó innumerables elementos
probatorios tendientes a determinar la inocencia de militares investigados, los
cuales, por amaño propio, terminaron siendo condenados. No obstante, ese
personaje fue en su momento denunciado
por los delitos de fraude procesal, falsedad en documento público y detención
arbitraria, con el infortunio de que nunca prosperó contra él alguna
investigación. ¡Ya se podrán imaginar!
Frente a ello nos preguntamos: ¿Cuáles garantías para nuestros soldados
y la oposición? ¿Cómo es posible que armen un entramado con funcionarios de tal
calaña para despedazar a los opositores del acuerdo de paz? ¿Cómo pretenden los
mamertos irracionales que no haya oposición frente a esta situación?
Particularmente percibimos este nombramiento, semejante al del fiscal
general de antaño; el tal Eduardo Montealegre: un hombre corrupto y
despreciable que no tuvo reparo en hacer política en la fiscalía y, en atacar y
corretear a todos aquellos que tuvieron el coraje de confrontarlo por sus
abusos.
Que cada quien extraiga sus conclusiones; por lo pronto, éstas son las
mías. Ah! y les aseguro que no falto un ápice a la verdad. Ya verán.
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