Dentro del malsano ejercicio de
lo público debería ser un deber moral de los políticos colombianos asignar
parte importante de su salario para la elaboración y ejecución de obras
sociales. Así mediríamos dos aspectos: el primero, la verdadera vocación de servicio
y solidaridad con la que debe contar un servidor público, y el segundo, la
transparencia de la que tanto se ufanan algunos. Y es que en un país como el
nuestro en el que abundan los politiqueros de profesión, resultaría inaudito
que uno de ellos se atreviera a meterse la mano al bolsillo para contribuir con
el bienestar social de los colombianos. Empero, observamos paradójicamente como
los corruptos se apropian del dinero del erario que no les corresponde, bien
sea a través de la contratación estatal o por vía de las coimas. En Colombia
los corruptos de roban anualmente entre $22 y $24 billones, al mes $1.8
billones y diariamente se roban $64 mil millones de pesos. Cifras vulgarmente
alarmantes. ¿Logran ustedes dimensionar el nivel de descomposición al que hemos
llegado?
Como si fuera poco, dicho flagelo
cada vez más incrementa, y, ello tiene su raíz desde las regiones del país. En
municipios de quinta y sexta categoría los corruptos hacen de las suyas,
atornillando en el poder a los suyos. El problema es que se trata de territorios
a los que nadie llega y la mayoría desconoce; lo que los convierte en caldo de
cultivo para el atraco del erario. Verbigracia, para traer un punto a colación
vale la pena mencionar la situación de Barbosa, un municipio ubicado al norte
de Antioquia en el que los últimos dos alcaldes han sido capturados por
desfalcar el presupuesto del municipio, ambos están en la actualidad presos.
¡Qué vergüenza!
No siendo menos, la realidad que
padecen algunos municipios de Córdoba y Sucre, así como de la Guajira en los
que llegan al poder rateros de cuello blanco para alimentar su espurio
patrimonio personal. Y así llevamos más de 60 años. ¿Cuánto más tendremos qué
soportar?
Es por lo antecedente que,
consideramos apto, oportuno y más que necesario salir a votar a conciencia, con
responsabilidad y sentido de pertenencia. Sumado a ello, deberían los
ciudadanos, en su calidad de constituyente primario, exigirles a los políticos
que van en campaña a hablar basura a sus regiones, una donación equivalente al
30% de su salario personal, so pena de no recibir el voto. Pues así
golpearíamos fuertemente a las fauces
malignas de los corruptos y contribuiríamos, efectivamente, para modificar a
esa clase política tradicional que tanto daño nos ha hecho. El problema es que,
quienes se autodenominan ‘líderes sociales o comunales’, se dejan comprar con
cualquier migaja para luego quejarse y pasar hambre cuatro años. Vaya error el
de algunos cuando deciden vender su conciencia por tres pesos.
¡En tanto sigamos así, no habrá cambio
porque llegarán los mismos a robar!
Posdata: La política es, a veces,
tan sucia que cualquier candidato o ‘gerente’ de campaña se vende hasta por una
simple publicidad. Y así lo he comprobado. Ahora bien, ¿Qué tal que les
ofrecieran algo realmente útil? He ahí la razón para que sus comunidades vivan
sumidas en la miseria. Bien nos decía un conocido que los líderes plateros son
bastante torcidos.
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