Persona es, un ente ficticio que
tiene derechos y deberes. Así lo considera la legislación civil colombiana y no
hay una definición más idónea que esta. Todo ser humano cuenta con unas
prerrogativas inherentes a su esencia que, se salvaguardan a través de derechos
legalmente regulados, bien sean estos fundamentales, sociales, civiles o
políticos. Correlativamente, de la misma manera, se soportan algunas cargas que
se traducen en deberes. He ahí el binomio de derecho y deber en medio de una
relación intrínseca, que jamás es excluyente.
La situación hasta este punto,
desde una perspectiva teórica, se surte en pleno orden. Empero, el problema se
presenta cuando las personas únicamente reconocen sus derechos para,
irresponsablemente, ignorar las cargas que les asisten con los deberes legales,
morales y sociales. Allí, es cuando surge el caos comunitario.
Luego, nos preguntamos: ¿Por qué surge?
Principalmente, por dos razones. Primero, porque la respuesta a un derecho
determinado siempre será un deber. Así pues, quien se ufane de tener derecho a
una determinada situación, también debe soportar la carga de un correlativo
deber. Segundo, porque quien solo ejerce los derechos desconociendo sus
deberes, incurre plenamente en el anarquismo absolutista, toda vez que
solamente utiliza aquello que le conviene, pero ignora lo que le es, o le
debiera ser, de estricto cumplimiento. En dicho evento, observamos el doble
rasero de las personas. ¡Grave problema!
La antecedente ilustración la
traemos a colación ya que aquella hace referencia a la realidad colombiana,
pues en el país del sagrado corazón, el 90% de los ciudadanos exigen respeto total de sus derechos, pero
vaya y mire cómo actúan cuando de soportar deberes se trata. La “cultura del
avispado” y del “vivo vive del bobo” nos ha afectado en dimensiones bíblicas.
La mayoría de los ciudadanos exigen recibir ilimitadamente, pero sin contribuir
con el deber. Exigen garantías plenas de salud y educación, pero no pagan
honestamente los impuestos indispensables para ello. Asimismo, protestan por un
ambiente sano, pero constantemente lo contaminan con su accionar. No siendo
suficiente, anhelan dizque un cambio para la sociedad, pero les da pereza salir
un domingo del año a votar.
¿Y así esperan vivir en el
progreso y en la transformación? ¿Será
esa la democracia que queremos construir? Es importante recordarles que, el
país los necesita. Por ello, no es factible convertir el ejercicio de nuestros
deberes en una colcha de retazos, permeada de desidia, indiferencia e
incumplimiento. Es importante que como ciudadanos comencemos por reflexionar
sobre nuestra reacción frente a las cargas y deberes, porque el cambio es una
constante construcción social que requiere del aporte de todos en general y no
específicamente de unos o de otros.
¡Cumplamos con nuestros deberes y
construyamos país!
Nuestra reflexión para la semana:
¿Cuál ha sido tu aporte para construir progreso y tejido social en Colombia?
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