Haber detonado semejante bombazo
en una escuela de policía para atacar a jóvenes que apenas gozaban de su
formación, es un acto canalla propio de la bellaquería humana. Quienes así lo
hicieron son, prosaícamente, unos burdos miserables, pusilánimes y deleznables.
No puede haber calificativos menos gruesos, dado que el daño es irreparable. En
efecto, los genocidas del ELN manifestaron toda su maldad visceral al cocinar
dicho atentado, el cual se traduce en una afrenta imperdonable dirigida a
magullar los derechos humanos y la política de seguridad de los
colombianos.
En un Estado de Derecho como el
nuestro, con aspiraciones fundacionales de sujeción a la ley, propias de un
sistema democrático serio y organizado, el apego a la normatividad es un
principio irrevocable. El orden coactivo, la estabilidad institucional y el
bienestar social son pilares fundamentales para preservar la convivencia
humana. Por ello, no es admisible incurrir en actos terroristas de ninguna
clase, mucho menos, bajo el pretexto de obtener alguna gabela política o
jurídica. Los menesteres de Colombia impiden que así se haga, inclusive cuando
padecimos a un expresidente que así lo hizo con las Farc.
El precedente es funesto: los
bandidos del ELN alegan ser acreedores de los mismos beneficios que les
atribuyeron a sus homólogos de Farc, y por ello incurren en todo tipo de
vejámenes para lograr su cometido. Primero, han despedazado la infraestructura
vial y de comunicaciones; segundo, han secuestrado a infinidad de personas
inocentes; tercero, asesinaron a una juventud promisoria que se estaba preparando
para servirle a esta patria. Pero, no obstante lo anterior, pobres ingenuos si
creen que este gobierno claudicará ante ellos. Acá la nueva cúpula militar está
dispuesta a enfrentarlos sin vacilación, hasta capturarlos o darlos de baja.
Eso está claro. ¡Más les vale a esos cobardes que se preparen para lo que les
espera!
La cosa es sencilla: a los
criminales debe combatírseles con magna vehemencia y contundencia, sin
reconocerles estatus de beligerancia, toda vez que hemos comprobado como los
enemigos de la patria, mal utilizan este estatuto del Derecho Internacional
Público, para abruptamente masacrar y atentar en el territorio nacional. Y esto
no puede ser así porque, la soberanía y la legitimidad- entendida esta última
como el juicio de obediencia de quien soporta o padece del poder- no son
transigibles con quienes, sumidos en la perversión y en la anarquía, pretenden
devastar los cimientos más sagrados de la democracia colombiana.
El genocidio reciente de los
Elenos, habida cuenta de la situación, produce una ruptura merecida de los
protocolos en el marco de una negociación, puesto que iba dirigida a un blanco
en específico que se encontraba en total estado de indefensión.
Fueron acribillados más de 20
jóvenes que carecían de la posibilidad de defenderse, como bien NO ocurre en
cualquier combate de batalla campal. Por tal razón, es más que acertada la
medida de finalización de esos nefandos diálogos con ese grupo criminal. Nadie
puede oponerse, ni manifestar lo contrario: los hechos objetivos al ser de
mayor gravedad acarrean graves consecuencias. Y así lo deben asumir los
organismos internacionales, como la ONU o la CIDH.
Por lo antecedente, consideramos
que el combate frontal, es la única alternativa viable para finiquitar este
problema. Y dicho fin lo podremos cumplir,
haciendo un uso efectivo de la fuerza institucionalizada, ostentada por
nuestro glorioso Ejército Nacional. El rumbo debemos retomarlo y para ello hay
que desplegar acciones militares implacables contra los narcoterroristas infundados.
De la misma manera, es menester
combatir el narcotráfico como aliciente de
criminalidad y a los autores intelectuales de este macabro genocidio,
que, por demás, están escondidos en Cuba.
¡La dictadura Cubana debe entregarlos por mera colaboración recíproca,
so pena de convertirse en el peor auxiliador de asesinos dentro de la historia
mundial!
Posdata # 1: Hay quienes todavía
tienen el descaro de defender al ELN, según ellos, por sus “inagotables anhelos
de paz.” ¡Están jodidamente locos!
Posdata # 2: Produjo extrañeza
observar a la periodista Vicky Dávila, oponerse a la ruptura de los diálogos
alegando dizque los derechos humanos de los genocidas. ¿Y los jóvenes cadetes
asesinados qué? ¿Eso qué es? ¡Duele mucho!
Posdata # 3: La peor amenaza para
la paz es concederles todas las peticiones a los terroristas. Ahí tienen el
reflejo exacto de lo que ha ocurrido con los criminales Iván Márquez y “El
Paisa”. Les dieron de todo, pero continúan delinquiendo.
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