La política fiscal es una
disciplina de la política económica que se encarga de estudiar la regulación
del gasto público, esto es, el ingreso y el egreso de un Estado según su
presupuesto. Pero, para hablar de política fiscal primero debemos dar una breve
concepción sobre qué es una política económica. Y por política económica
comprendemos un conjunto de medidas, acciones y decisiones administrativas, que
asume cada gobierno dentro de un ámbito específico de la economía.
Es así como
comprendemos que las políticas fiscales están íntimamente ligadas con la
política económica que traza un Estado determinado, de tal manera que no son
excluyentes entre sí. Luego, las políticas fiscales se dividen en dos: política
fiscal expansiva y política fiscal contractiva. Ambas tienen sus pormenores.
La política fiscal expansiva
propende por un aumento del gasto público y una disminución en los impuestos o
una combinación de ambas. Lo cual puede ser negativo porque un Estado que se
limita a gastar sin generar un equilibrio proporcionado con el recaudo, incurre
fácilmente en la quiebra. Cuando se gasta irresponsablemente y no se reciben
ganancias, el resultado se traduce en un derroche desmesurado.
Además, ello
también puede generar una mayor inflación que, golpea nocivamente a los
ciudadanos. Por otra parte, no es factible garantizar los derechos sociales
indispensables en cualquier país careciendo de un ingreso público apropiado,
dado que desde la lógica económica la educación, la salud y la vivienda no
pueden ser en su totalidad gratuitas; ni en los países con mayor desarrollo
económico.
La política fiscal contractiva es
la antítesis de la anterior, de tal manera que
propende por una disminución del gasto público y un alza en los
impuestos. Lo cual también es negativo, pero en dimensiones mayúsculas porque,
el Estado no puede ni debe asfixiar a los ciudadanos con una carga tributaria
encumbrada. No es proporcional que se disminuya el gasto público para subir
impuestos a los empresarios, a la clase media, y, a los menos favorecidos.
Esto sencillamente paraliza la calidad de vida, el emprendimiento, la rentabilidad y productividad de las empresas, la libre inversión y la generación de empleo, toda vez que se trata de una medida que golpea fuertemente a todos los sectores sociales de un Estado.
Esto sencillamente paraliza la calidad de vida, el emprendimiento, la rentabilidad y productividad de las empresas, la libre inversión y la generación de empleo, toda vez que se trata de una medida que golpea fuertemente a todos los sectores sociales de un Estado.
Ahora bien, para el desarrollo
armónico de cualquier país creemos que no es conveniente aplicar una política u
otra (expansiva o contractiva) exclusivamente, pues observamos que ambas son
nocivas para la democracia. No obstante, es factible echar mano de ambas de manera
conjunta, en la medida en que puedan confluir con los aspectos netamente
positivos.
¿Y esto cómo lo logramos?
Primero, debe generarse un equilibrio racional entre el gasto público y los
impuestos, donde los recursos gastados se correspondan con lo que se ha
recaudado. Segundo, debe ponderarse la prioridad de los derechos, donde se
asignen mayores recursos para programas sociales de mayor relevancia en la
sociedad. Si así ejecutaran cualquier política fiscal, el progreso económico de
todos los países fuera vigoroso.
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