Por cultura ciudadana comprendemos
una serie de acciones y costumbres sociales que manifiestan sentido de
pertenencia y convivencia comunitaria
dentro de una sociedad. Pero, con un efecto positivo consistente en el pleno
respeto de la dignidad humana, la diversidad, el patrimonio social y el
reconocimiento de los derechos y deberes de los ciudadanos. Es, de esta
manera, como encontramos en todos los
territorios de un Estado diversidad de
tradiciones propias de la idiosincrasia de sus habitantes. Y esto se traduce en
que los seres humanos gozan de innumerables fines, inclinaciones, visiones y
aspiraciones según su proyecto vital.
Todas las personas, sin excepción
alguna, piensan diferente aun cuando llegan a coincidir con unos mínimos
aspectos. Es precisamente por ello por lo que asumen, generalmente, roles
adversos dentro de la comunidad. Así como muchos simpatizan con la música y el
deporte, otros tantos prefieren hacerlo con la política y la economía. Así como
unos son fanáticos a la culinaria, otros lo son con las expresiones artísticas,
así como unos son heterosexuales, otros son homosexuales, así como unos son
blancos, otros son negros. El punto es admitir la situación. Algo tan básico
que desafortunadamente todavía no comprenden ciertos agentes discriminatorios
pertenecientes a nuestra población, lo cual trae consigo resultados nocivos
para la armonía social.
Verbigracia, los estereotipos
sociales, la discriminación, los patrones despectivos de la convivencia, el
linchamiento moral y el exterminio de la personalidad. Se trata de demonios
que, desgraciadamente ocasionan violencia y discordia abrupta dentro de
cualquier población, mucho más en la colombiana.
¡Preocupante realidad!
Y traemos a colación esta
apreciación porque, ahora que finaliza el año, durante este presenciamos tres
ocasiones repudiables que quisiéramos nunca más volvieran a ocurrir. Primero,
observamos como rechazaban en algún club de Medellín a una persona decente y
trabajadora por ser negra. Segundo, presenciamos en alguna universidad a dos
profesores en una cafetería ‘rajando’ de un joven homosexual, que tomó de la
mano a su pareja en el boulevard de la universidad. Tercero, comprobamos como en un proceso de selección laboral de una
‘prestigiosa’ empresa descartaban algunas hojas de vida por las filiaciones
políticas de los aspirantes. Teniendo en cuenta que puede haber más. ¡Qué
vergüenza!
Estas situaciones, de lejos, nos
demuestran la podredumbre moral e intelectual que padecemos como sociedad, toda
vez que luego de 200 años de historia patria no hemos aprendido a respetar la
diferencia, las convicciones ajenas y el libre desarrollo de las personas;
motivos de sobra para preguntarnos: ¿Somos cultura ciudadana? ¿Qué clase de
país anhelamos ser? ¿A dónde queremos llegar con estas conductas? ¿Estamos
contribuyendo con el tejido social? Mejor que los que nos lean, se respondan
estos interrogantes, porque en lo que a mí me atañe considero apropiado reflexionar
conscientemente. Es hora de trabajar por el respeto y la cordialidad
Comentarios
Publicar un comentario