La política requiere de la
constante renovación para leer y satisfacer las necesidades que, cotidianamente
surgen dentro de la sociedad. Las nuevas generaciones cada vez más relucen su
escepticismo frente a lo público y ello se debe precisamente a la carencia de
oportunidades de los jóvenes. Además de su exclusión dentro de las colectividades, principalmente en la toma
de decisiones importantes. Encontramos que los jóvenes preparados académica y
psicológicamente ingresan a los partidos políticos existentes para trabajar con
entusiasmo, promoviendo el liderazgo y la participación ciudadana, empero, no
son valorados por su labor. He ahí el
grave problema…
Estos jóvenes recorren
incansablemente las calles para cumplir con la disciplina de partido, reparten
volantes, efectúan pedagogía, coordinan y realizan propuestas, elaboran mapeos,
firmatones, plantones, tertulias, estrategias y alternativas para triunfar,
pero, infortunadamente son relegados, soezmente, por la indiferencia de los
líderes partidistas en la toma de las decisiones verdaderamente importantes
dentro de la respectiva colectividad.
Sin consideración alguna, son
desechados como trapos sucios en las
futuras contiendas electorales en las que darían hasta su vida por
participar, tales como emprender un proyecto político acertado de cara al
municipio o departamento, pues hay quienes arduamente trabajan por convicción
conservando la esperanza de obtener un aval para materializar sus ideas, pero
terminan padeciendo el rigor propio de
la indiferencia. En tanto la ilusión de
la juventud se desvanece en las necedades del favoritismo electoral, en algunos
partidos prefieren otorgarle aval al recomendado del cacique o gamonal, que
ostenta dinero, votos y maquinaria ignorando su accionar y procedencia.
Correlativamente, sobre aquella preferencia perjudican el sano proyecto del
joven profesional, de ideas plausibles,
líder, transparente, renovador y preparado, toda vez que no les resulta útil
para consumar algunos fines politiqueros.
El efecto es, entonces,
inquietante dado que encontramos infinidad de juventudes que declinan de su
militancia en las colectividades tradicionales, pues consideran inapropiada la
sepultura que, expresa y arbitrariamente pretenden imponerles. Y es por esta
razón que debieran reflexionar los ‘líderes’ de vieja data: NO es racional,
equitativo, justo ni proporcionado desvanecer las ilusiones de las nuevas
generaciones que, quieren construir país a través de sus legítimas
aspiraciones.
Sin más ni más, es inadmisible que los jóvenes se conviertan en
los conejillos de indias de diversos intereses mezquinos de algún politiquero
de turno. Pero siendo ello sumamente grave, resulta más preocupante aún que,
ante la incapacidad de renovación de los partidos políticos tradicionales, sean
estos quienes precisamente contribuyan con la coerción de esta triste realidad.
Por este motivo y por muchos más es que este suscrito ha optado por renunciar a
la colectividad en la que militaba, bajo la esperanza de que en algún momento
esta situación pueda cambiar.
En mi opinión, considero que la
mejor opción para la juventud es repensarse a través de nuevos grupos o
movimientos políticos pluralistas, constructivos y realmente alternativos para
la sociedad, pues solo así nos catapultaremos con verdaderas opciones para
gobernar; de lo contrario, seguiremos en la misma tónica nacional: Los mismos
de siempre haciendo de las suyas, sin vergüenza y sin piedad.
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