Los modelos económicos prósperos
son plenamente respetuosos de la economía liberal, el libre mercado, la
creación de empresas y la propiedad privada. Estos son los baluartes inherentes
de toda economía saludable en cualquier Estado desarrollado o en vía de
desarrollo, pues no existen otras vías para crecer positivamente. La política económica de los países debe
madurar de forma ostensible para cumplir con las necesidades que abundan entre
los conglomerados. Pero, esto se obtiene únicamente cuando un gobierno
determinado incentiva la generación de riqueza a través de la consolidación de
un aparato productivo vigoroso para las finanzas del Estado.
El compromiso de los gobiernos
radica en promover la libre empresa dentro del marco de la legalidad y la
institucionalidad, toda vez que es esta la que genera mayores condiciones de
riqueza, empleo y estabilidad en una sociedad determinada. Por tanto, encontramos
que las empresas son instituciones que, obligatoriamente debemos proteger dado
que sin aquellas la carencia de bienestar ocasionaría un caos enorme. Un país
sin compañías sólidas o apabulladas por consecuencia del excesivo
intervencionismo estatal está condenado a la miseria, al hambre y a la pobreza
extrema en dimensiones exorbitantes. He ahí el fracaso del sistema socialista
latinoamericano que, por fortuna está decayendo como el que más.
Dirigentes como Lula Da Silva,
Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales, Los Castro, y Maduro, fueron, han
sido y son peligrosamente nocivos para sus países. Todos han tenido un común
denominador y es el estatismo desmesurado, destructor del desarrollo y de la
libre inversión de las compañías sostenibles.
En Brasil la corrupción y la
ilegalidad pelecharon abruptamente; en Argentina la devaluación del peso fue
vulgar y soterrado; en Bolivia la ignorancia económica de su presidente ha
relucido de manera espantosa; en Cuba palabras sobran para exponer el degradante
régimen totalitario opresor del patrimonio social de los ciudadanos, y en
Venezuela ni se diga… el dictador Nicolás Maduro representa ‘la antología de la
perversión y la miseria’, convirtiéndose así en un representante del hambre y
de la escasez mundial.
Es por esto, por lo que nos
alegra sobremanera las buenas nuevas. En Brasil recientemente triunfó un
candidato, tal vez algo imprudente con algunas de sus afirmaciones, pero
sumamente racional en materia económica y fiscal, pues uno de los planes de
Jair Bolsonaro será incentivar el emprendimiento, disminuir la carga tributaria
y defender la economía de libre mercado dado que considera la misma como un
instrumento efectivo de generación de renta, empleo, prosperidad e inclusión
social.
En Chile, el empresario Sebastián
Piñera se ha trazado importantes retos
para acelerar su sistema económico- productivo de cara a la generación de
rentabilidad y desarrollo sostenible. En Argentina, Mauricio Macri ha
emprendido importantes medidas para sacar
al país del hoyo monetario en el que lo dejó Cristina Fernández.
En Perú, Martín Vizcarra ha
llegado al poder garantizando estabilidad institucional y económica, además de
respeto hacia la empresa privada. En Paraguay, el presidente y empresario Mario
Abdo Benítez, cuenta con la visión apropiada para invertir y administrar los
recursos de su Estado de manera idónea. En Uruguay, el presidente Tabaré
Vásquez, ha sido un dirigente que se ha caracterizado por la eficiencia y la
probidad en el manejo de los recursos públicos y las finanzas estatales.
Finalmente, en Colombia, el
presidente Iván Duque, recién posesionado, llega con buenas intenciones a la
hora de materializar un programa de gobierno ambicioso, en el que pretenderá
incentivar la generación de empleo, el emprendimiento, las industrias
creativas, la conectividad de las regiones y el bienestar de las empresas; ello
por vía de un sistema tributario más simple y más efectivo, encaminado a
beneficiar el desarrollo empresarial, corrigiendo las inequidades. Claro está,
teniendo en cuenta que medidas como la ampliación de la base gravable del
IVA a la canasta familiar no debieran,
si quiera, considerarse toda vez que son nocivas para los menos favorecidos y
para la clase media.
No obstante, encontramos un
progreso innegable, no solo en Colombia sino también en los países más
importantes de Latinoamérica. La transformación de esta región del continente
es inminente, pues los electores han comprendido que el socialismo solo trae
ruina y pobreza. Y nadie medianamente racional y razonable está dispuesto a
soportar dicha condición. ¡En buena hora todo gira hacia la prosperidad!
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