En los últimos días ha tomado
relevancia la idea de una posible intervención militar al régimen
narco-asesino, comunista y revolucionario del dictador Nicolás Maduro. Los
venezolanos así lo exigen puesto que han
sido las principales víctimas de la opresión totalitaria. Los ciudadanos de la
hermana república anhelan el retorno del Estado Democrático y ello solo puede
garantizarse a través de una operación militar externa, pues no hay otras
alternativas para retomar el orden y las libertades políticas, económicas y
sociales de los venezolanos.
Al Gobierno Estadounidense
intenciones le sobran para proceder en consecuencia, no obstante, previendo las
implicaciones de la situación, pues en medio de la crisis aparecerán múltiples
superpotencias involucradas tales como la República Popular China, quien
recientemente ha brindado un espaldarazo a la dictadura del analfabeta Maduro.
Y ello es lo que preocupa a la región, toda vez que no es fácil imaginarse una
crisis diplomática en la que estén involucradas de manera hostil las
superpotencias más poderosas del planeta. Y es acá donde surgen múltiples
inquietudes, verbigracia, ¿Cuál será la posición real de la ONU y de la OEA
ante una intervención militar externa a Venezuela? ¿Serán neutrales o asumirán
alguna posición? Interrogantes que, evidentemente no serán resueltos.
Entretanto, consideramos que
cualquier opresión dictatorial enquistada en un Estado determinado es negativa
para la democracia, puesto que es el conglomerado social el principal afectado.
Es por tal razón, que resulta vital el apoyo de la comunidad internacional dado que estas decisiones
surgen por consecuencia de un interés diplomático colectivo. La situación le
compete a todo el continente en general.
Ahora bien, no nos cabe la menor
duda que el régimen criminal venezolano debe derrocarse, pero el apoyo debe ser
generalizado en la medida en que no puede tolerarse ni admitirse bajo ningún
postulado, la incrustación de la miseria y de la podredumbre en la dirección de
un Estado determinado. Maduro, Diosdado Cabello, Tarek El Aissami y el Cartel
de los Soles monopolizan el crimen organizado, delinquen a través de la
estructura del Estado, se enriquecen con el narcotráfico, y, como si fuera
poco, contribuyen con un éxodo
espantando a los ciudadanos débiles, tristes y desesperados que no soportan esa
maligna realidad que los aqueja.
El cartel del hambre, la escasez
de rentabilidad en alguna actividad económica , la supresión de la empresa
privada, la estatización del aparato productivo y el sectarismo en los derechos
sociales son elementos de sobra para desear con alborozo la caída de esos
bandidos arraigados en el poder. Claro está, manteniendo neutralidad y
prudencia ya que en nuestra calidad de vecinos nos podríamos ver gravemente
afectados. No puede causarnos extrañeza que el dictador Maduro en medio de la
crisis, por vía de sus aliados pretenda agredirnos de manera contundente. Y es
precisamente esto lo que nos debe motivar a conservar un carácter firme, pero a
su vez neutral.
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