Nuevamente han regresado las
hostigaciones criminales por parte del brazo armado de las Farc. Los bandidos
sin consideración alguna masacran y acribillan como les place, pues se sienten
vigorosos para asumir dicha conducta. Y no es para menos, luego de que la
institucionalidad se arrodillara a sus mezquinos intereses. Recientemente,
asesinaron de manera vil y miserable a miembros del CTI en Nariño, nada más ni
nada menos que, por parte del brazo armado de las Farc. Bautizadas por algunos
incautos como las ‘disidencias’ del proceso de paz. ¡Pura Paja, pues aquellos
no son más que asesinos de medio pelo subordinados por las órdenes de sus
jefes, Timochenko, Iván Márquez, Catatumbo y demás!
Pero, para referirnos al caso
concreto, es prudente manifestar que, el culpable de dicha tragedia es el-
dentro de pocos días- expresidente Juan Manuel Santos. Un hombre que pasará a
la historia republicana como el auxiliador del terrorismo colombiano: le
entregó de todo a los asesinos a cambio de nada, les regaló curules legislativas,
les proporcionó emisoras radiales, les legitimó la actividad narco-traqueta, y,
sin más ni más, les concedió los cimientos más sagrados de la democracia
colombiana. Todo por obtener un nobel de paz que, posiblemente, fue financiado
y otorgado con dinero del erario colombiano.
Aquellos atentados terroristas
son, consecuencia directa, de un apócrifo proceso de paz que construyó
realidades despreciables consumadas por el amilanamiento del malhadado Gobierno
Santos. Los asesinos han comprendido una fórmula maligna: barbarie absoluta +
asesinatos = indulgencias gubernamentales.
Presentando está situación un
precedente negativo toda vez que, en tanto más crueldad utilicen los
criminales, mejores beneficios les proporcionarán. Y fue así como se desarrolló
el mensaje del presidente Santos con su proceso de paz… El desgobierno actual
le vendió la idea a Raimundo y todo el mundo de que la paz justificaba
cualquier sacrificio institucional, incluyendo el bienestar del conglomerado y
la justicia nacional. Ello, con el fin de obtener la aprobación hipócrita de
una comunidad internacional que, poco o nada le interesaba la realidad de los
colombianos. Una cosa es observar la situación desde la comodidad del Reino
Unido y otra muy distinta es vivirla en el interior de Colombia.
Como si fuera poco, un Congreso
enmermelado, un aparato jurisdiccional politizado con magistrados que,
afirmaban que la paz estaba por encima de la justicia, y unos medios de
comunicación integrados por periodistas prepago, contribuyeron con la debacle:
todos ellos apoyaron los desaciertos santistas porque en un momento dado les
convenía. Empero, ahora se apartan cobardemente luego de que el peor gobierno
de la historia esté a punto de finalizar. Dicen algunos que las ratas saltan
del barco cuando están a punto de hundirse. Tal cual, así los vemos en este
momento brincando de un lado a otro.
Afortunadamente, los colombianos
de bien no tragaron entero y manifestaron el repudio a los acuerdos de paz
desde el 02 de octubre de 2016, connotando una vergonzosa y merecida
desfavorabilidad al arquitecto de dicho desastre con la derrota de un
plebiscito que el mismo convocó. No obstante haber sido derrotado, Santos el
indigno, implementó mediante la fuerza lo que el pueblo pensante desaprobó. Juan
Manuel, en medio de sus devaneos actúo como un sátrapa y por ello es,
actualmente, el hombre más impopular de la historia patria. Y bien merecido lo
tiene quien nos tiene inmersos en lo peor de la condición humana.
Entretanto, estamos tranquilos
porque la horrible noche cesó. Sin embargo, no dejan de inquietar los retos del
nuevo Gobierno, pues estos serán exorbitantes: recuperar la institucionalidad y
la confianza democrática perdida desde el año 2010, combatir el terrorismo
triunfante, reformar sustancialmente los funestos acuerdos de paz, acelerar el
aparato económico- productivo del sistema agropecuario, salud, educación y
demás. Pero, principalmente, acabar con las más de 200.000 mil hectáreas de
cocaína que legará Juan Manuel Santos.
Los colombianos confiamos en las
aptitudes y calidades profesionales del presidente Iván Duque para salir de la
crisis y para retomar el rumbo. Teniendo en cuenta que debemos comenzar por
manifestarle a las nuevas generaciones el mensaje apropiado de que: delinquir no
paga, ser pillo no paga, y, aquel que delinque la paga.
¡Así comenzaremos con la
construcción de un mejor futuro!
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