Ingrid Betancourt, bautizada
recientemente por este suscrito y algunos amigos, como ‘Ingratitud Betancourt’,
fue hace unos años una mujer que se catapultaba como una opción real de poder.
Sin duda, su liderazgo y sus ganas de trabajar por la patria sobrepasaban los
sagrados límites del sentido de pertenencia nacional.
Tanto así que el 23 de febrero del 2002 fue secuestrada como consecuencia de su propia negligencia, por llegar de manera temeraria a una zona de distensión en la que expresamente le recomendaron no asistir toda vez que, corría riesgo su integridad personal. En efecto, ‘Ingratitud’ hizo caso omiso a las recomendaciones del Estado y, los malignos de las Farc la raptaron para presionar al Gobierno Nacional, pues, bien o mal, se trataba de una mujer importante. Su secuestro tuvo una duración de seis años, cuatro meses y nueve días, en los que se mantuvo indignada Colombia entera, así como Francia y otros países cercanos solidarios con su situación.
En un momento dado, fueron
abruptamente impactantes las fotos que la banda terrorista de las Farc aportó a
los colombianos sobre su estado físico. Particularmente, contamos en nuestra
mente con la imagen de una mujer delgada, deprimida, demacrada, y cabizbaja a
la que le relucía el rigor de la violencia, del terrorismo y del abuso
criminal. Su situación nos producía ganas de irrumpir en llanto, porque nunca
comprendimos cómo un grupo de facinerosos podía mantener en condiciones tan
deplorables a una mujer indefensa. Ello parecía más bien, una venganza
particular en su contra. ¡Fueron hechos totalmente aberrantes!
Luego, llega el expresidente
Uribe a gobernar este país con la esperanza de liberar a todos los
secuestrados, incluyendo, por supuesto, a Ingrid. La lucha contra el terrorismo
fue frontal, tanto así para debilitarlo sustancialmente. Álvaro Uribe emprendió
todo tipo de acciones enmarcadas dentro de la institucionalidad para
contrarrestar la amenaza terrorista y su estratagema sanguinaria. El éxito fue
innegable y notorio dentro de la sociedad colombiana, hasta el punto de
recuperar la esperanza perdida de muchos años atrás.
Quienes han sido víctimas del
terrorismo, conocen a ciencia cierta a qué nos referimos. Aunque, no todas las
personas lo perciben así. Para la muestra de un botón, siendo el objetivo de
esta columna, es triste tener que afirmar que quien padeció los peores
vejámenes de la guerra (Ingrid Betancourt) fue liberada el 02 de Julio de 2008
por el Gobierno Nacional, a través de una operación liderada por el
expresidente Uribe, quien asumió los riesgos de la situación y emprendió una
obra maestra denominada ‘Operación Jaque’, para cumplirle a Yolanda Pulecio
(madre de Ingrid) y a la misma Ingrid. No obstante, el desagradecimiento y la
ingratitud de Ingrid y de su madre han sido absolutamente rampantes; sobre todo
de la señora Yolanda Pulecio, quien intentó de todas las formas posibles,
habidas y por haber, la liberación de su hija, incluso reuniéndose con
importantes líderes mundiales como Nicolás Sarkozy, entre otros, lo cual no le
sirvió de nada, pues únicamente obtuvo el triunfo de la liberación gracias a la
magistral operación liderada entre Álvaro Uribe y las Fuerzas Militares de
Colombia.
Una vez fue liberada ‘Ingratitud’
Betancourt, la gloria inundó a todos los colombianos, pero principalmente a un
Gobierno que, llevaba muchos años luchando por ese fin. Posterior a ello, la
tristemente célebre liberada de las Farc anuncia una demanda al Estado por 15
mil millones de pesos, dizque por no garantizarle su derecho a la libertad.
Cuando bien sabía ella que, fue ese mismo Estado el que la liberó y la apartó
de esa tortura que padeció por su propia culpa. Repugnante el mensaje de
Ingrid: ¡Además de que le ayudaron a salir de su desgracia, también salieron a
deberle!
Desde dicho momento fue sencillo
deducir el egoísmo que permeaba a esa mujer. Ahora bien, no nos extraña que
haya decidido apoyar en la reciente contienda presidencial a Gustavo Petro, el
candidato de sus secuestradores, pues queramos o no en el marco de la
democracia existe libertad para escoger a quien prefiramos. Sin embargo, no
deja de llamar la atención este acontecimiento, pues en muchos sectores
actualmente es una mujer no grata. ¡Y bien merecido lo tiene!
Lo reprochable es que, Ingrid
recientemente llegó a Colombia no para agradecerle a Uribe por su liberación,
sino para hablar mal de él y, para correlativamente apoyar a su acérrimo contradictor
y, a sus verdugos. Esto es intolerable, porque mínimamente lo que alguien no
puede perder sobre quien la ayudó, es la gratitud y el reconocimiento.
¡Conducta inadmisible porque el
pecado que Dios más cuestionó fue la Ingratitud; mal le paga el diablo a quien
bien le sirve!
Comentarios
Publicar un comentario