El próximo domingo transcurrirá
un día de suma relevancia: en calidad de constituyente primario, tendremos la
oportunidad que nos merece cada cuatro años para elegir acertadamente. Votar de
manera responsable, libre y espontánea es una obligación moral y un deber
constitucional que nos asiste como ciudadanos.
El punto relevante es tomar
conciencia y cumplir con esta prerrogativa democrática que, infortunadamente,
ha perdido otro país vecino al nuestro. Contamos con el privilegio de escoger
al candidato más apropiado para dirigir los hilos de la patria. Por tal razón,
es menester que salgamos y manifestemos nuestras convicciones a través del
voto. El mejor candidato es el que usted, libremente, considere. Eso sí,
siempre y cuando haya estudiado minuciosamente sus propuestas, sus debates y
discursos en la plaza pública. Por ello, no resulta factible votar por el que
jocosamente le haya dicho su jefe, amigo o familia, pues para cumplir
cabalmente con el derecho al voto, es de suma trascendencia revisar previamente
el perfil y la idoneidad del aspirante que haya escogido, sin que otro se lo
cuente o se lo exija.
Uno de los motivos por los que se
encuentra ahogado este país, aparte de la corrupción, es por la carencia de
cultura política, pues los países más desarrollados no son únicamente los que
gozan de un gran aparato productivo, sino también de una sólida conciencia
electoral. Para construir progreso es vital inmiscuirse en los asuntos
públicos. Y para ello, debemos estar relacionados con el acontecer político.
Sólo así tendremos elementos de juicio para determinar la gestión de nuestros
gobernantes.
La intención no versa en
indicarle a usted, querido lector, por quien debe o no debe votar, puesto que,
por libre albedrío somos autónomos de escoger lo que queremos. No obstante, mi
invitación radica en que lo haga de manera responsable, ya que, de esta manera,
comenzamos a consolidar una cultura ciudadana y una conciencia política férrea,
inexistente en una sociedad desentendida como la nuestra.
Su responsabilidad
como elector, radica en informarse con rigor antes de depositar su confianza en
determinado personaje. Solo así evitaremos futuros arrepentimientos. Es
imprescindible, entonces, comprender que un voto, es decir, su voto, marca una
notable diferencia en la población. Más aun cuando usted, ha analizado el mismo
según las necesidades que aquejan a los colombianos.
Mi mensaje para usted es que vote
por el que quiera, pero vote, no se abstenga, hágalo, pero con conciencia y
sentido de pertenencia por su nación. Y no lo haga únicamente por usted, sino
también por el futuro de las generaciones venideras, por su familia, por sus
compañeros, pero sobre todo por los que más lo necesitan: aquellas personas que
han padecido los rigores del hambre, de la guerra, de la miseria y de la
indiferencia del Estado.
¡Por todos ellos, salgamos a
votar!
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