Razón tenía algún profesor de
este suscrito cuando afirmaba que, “la política era el arte de las
zancadillas”. Pomposamente nos lo ha dejado de manifiesto la alianza entre el
señor Vargas Lleras y Juan Carlos Pinzón.
Miremos…
En primer término, sobre Vargas
Lleras es prudente afirmar que, es un calculador innato, un ‘zorro adiestrado’,
pero sobre todo un ajedrecista de las relaciones públicas. En otros términos,
es un animal político hasta rabiar. Pero además de ello, es un ‘mandamás’
desconmensurado que se atribuye la facultad de imponer su voluntad sobre quien
quiera, cuando quiera y, lo peor, de la manera que quiera. Sin desconocer su
capacidad ejecutiva, la cual es envidiable para cualquier prospecto que
pretenda ejercer política. Empero, todo se desvanece con el egocentrismo
reluciente que lo caracteriza, propio de los narcisos orgullosos por sus
‘triunfos gubernamentales’.
Vargas Lleras, emitiendo
irritantes arengas, hace alarde de las obras que ejecutó en el Gobierno Santos.
No obstante, critica fuertemente al mismo en otros aspectos, pues hábilmente,
ha utilizado la estrategia de ser gobiernista en algunos asuntos, pero
antigobiernista en otros, lo cual consideramos despreciable desde el ámbito
ético- profesional, ya que en la política se es o no se es, pero medias tintas
no deben haber. La población desentendida está comiendo de su cuento. Por ello,
es necesario exponer su estratagema en este texto.
En segundo término, sobre Pinzón
es mínimo lo que podemos decir: es un hombre inexperto en el ejercicio de la
política electoral, manipulable, influenciable, de poco carácter, e
irresponsable en su accionar. Su escueto paso por el ministerio de defensa
estuvo plagado de resultados mediocres, puesto que fue escasa su idoneidad en
el ejercicio de la función. No obstante, soportando dicha cruz en la espalda
oficializó una candidatura presidencial independiente, la cual, en principio,
pareció atractiva, ya que representaba a un hombre que, si bien no tenía mucha
experiencia en la gestión pública y dejaba en entredicho innumerables aspectos
esenciales para gobernar un país, contaba con un programa decente y renovado
para contrarrestar el ejercicio de la política tradicional. Infortunadamente, ello no fue más que una
soez artimaña para aceptar el ofrecimiento de su jefe, toda vez que, engañó a
los que creyeron en él, desde el momento en que decidió adherirse a la
aspiración de Vargas Lleras. Lo suyo fue una zancadilla a sus seguidores y
colaboradores. Y un acto de irresponsabilidad política intolerable.
Para Vargas Lleras es útil un
sujeto como Pinzón por lo que deja entrever con su personalidad. Ya podemos
comprender por qué el sentido de su ofrecimiento: el subordinado de Vargas,
debe ser un hombre dócil y flexible como aquel.
Y todo está dado según lo descrito, puesto que no hay otra persona que
reúna las características requeridas para su fórmula vicepresidencial: Un
Pinzón débil, sumiso y delicado.
Aunque lo grave de sobremanera es
que, de antemano, Juan Carlos Pinzón, tuvo certeza de que se convertiría en el
segundón de Vargas Lleras, pero utilizó previamente el ‘montaje’ de la campaña
independiente para medir una supuesta fuerza que siempre le ha restado. En
efecto, los contados simpatizantes de Pinzón están divididos: algunos (la
mayoría) rechazan con vehemencia la alianza con Germán Vargas, pero otros, más
indulgentes, apoyan ese acto de vagabundería electoral. En términos simples,
son más los que desprecian su actuación que los que la avalan. Y no debería ser
de otra manera.
A Pinzón hay que enseñarle que, la política es de coherencia, congruencia y consecuencia. Por ello, es inaceptable su actuación toda vez que ha hecho notoria aquella perorata maligna que reza: “En un político jamás debemos confiar”, pues por culpa de este, hay innumerables colombianos que se sienten defraudados. Y en una democracia débil como la nuestra a los ciudadanos hay que respetarlos con rigor y recelo para que aprendan a confiar en sus gobernantes. Flaco favor hace Pinzón a los colombianos con su conducta grotesca.
Actuaciones de tal calaña arrojan
lo contrario: indignación y repugnancia total, dado que la población está
cansada de la trampa, de la ardid y de los escollos electorales encaminados a
satisfacer voluntades particulares. Lo realizado por Pinzón es un espejo de lo
que nunca debemos hacer: burlarse de las personas que de buena fe creyeron en
él. Pinzón nos ha demostrado con su conducta que es un farsante y así quedará
registrado en el libro de la historia republicana. Salvo que reflexione sobre
su error y decline de inmediato. Tal cual, lo exhortamos para que se
reivindique y haga lo propio. Todavía está a tiempo de recuperar su honor y su
dignidad; de no hacerlo, sus contados seguidores jamás lo perdonarán.
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