Hay quienes utilizan el currículo
académico de la denominada ‘Coalición Colombia’ dizque para informar a la
ciudadanía sobre las aptitudes de los mismos. Probando, indirectamente, lo
ficticio de la Coalición. Además, recaen frecuentemente en apelativos
irrisorios tildando de mediocre a quien cuestiona los desmanes de Fajardo.
Es una condición sine qua non del
mamertismo criollo, apelar a los agravios cuando alguien se atreve a
cuestionarlos. Pero, ello es intrascendente, porque así se manifiestan los
bodrios de la frustración. Me compadezco de ellos. Excepto de mis apreciados
amigos de la izquierda que toleran las diferencias en un debate político,
demostrando madurez y mesura. Algunos de ellos, militantes del Polo
Democrático.
Pero, para entrar al punto que
nos interesa, comencemos por afirmar que, cuando un producto es bueno, no es
necesario hacerle mucha publicidad, ya que por sí mismo se vende, y alcanza
gran acogida en la población. En desgracia de algunos, así no lo han logrado
diversos adeptos de la Coalición ficticia cuando pretenden utilizar los logros
académicos de una persona -que en ninguna circunstancia están relacionados con
su ejercicio político- para convencer al conglomerado social de su idoneidad.
Hacen eco de esa mediana condición como si haber sido un buen académico fuera
una cualidad suficiente para ser Presidente de la República. Si así lo señalan,
esperaría que el 70% de los docentes de las universidades colombianas
postularan en cuatro años su nombre para llegar a la Casa de Nariño. Algo
realmente risible y cómico.
Pero, para hacerles corriente a
su juego, digamos que, si queremos hacer mención a la mediocridad, es prudente
afirmar que no hay mayor manifestación de la misma cuando un candidato se ve
obligado a hacer alarde de su hoja de vida para obtener la aprobación del pueblo.
Así no funcionan las cosas en política. Por el contrario, es una burda
estratagema para confundir a los ciudadanos, propia de la politiquería, porque
no hay conducta más infame que hacer política utilizando la neutralidad de la
academia con fines electorales. Haber estudiado en determinada universidad o
haber cursado algún doctorado en el exterior no son logros suficientes para
dirigir una patria. Mucho menos, jactarse de premios como ‘mejor alcalde’ o
líder para exponer dizque su ‘capacidad ejecutiva’.
Hay que llamarle, nuevamente, la
atención al ‘profesor’ Sergio Fajardo ya que con esa nefasta asesoría va cuesta
abajo. Pareciera que sus asesores de campaña lo quisieran desprestigiar cada
vez más. El despropósito lo cumple motu proprio.
Sin embargo, ello no les
funcionará toda vez que debemos mirar las necesidades y realidades de la Nación
para gobernar. Y ello es lo que reclamamos como gobernados: propuestas serias,
y aterrizadas; posiciones fijas, fórmulas de desarrollo, y claridad en el tipo
de proyecto que se pretende desarrollar, pues no basta con afirmar que se es
decente o no se es corrupto como si los demás fuesen lo contrario. Tampoco, que
no se robará dinero del erario como si los demás lo fuesen a hacer. Es
indispensable presentar fórmulas de mejoría para la economía, la agricultura,
la disminución de cultivos de cocaína y las reformas pensionales, educativas y
de justicia que no pudo adelantar el impopular de Santos, entre otras.
Con buena disposición hemos leído
el escueto programa de la Coalición ficticia y en ningún aparte hemos observado
lo pretendido. No obstante, tenemos claro que todas esas fórmulas las tiene en
la cabeza Jorge Enrique Robledo, quien debió ser el candidato oficial.
Infortunadamente, no lo fue; y por tal razón, ha perdido credibilidad el
propósito de la coalición. Es imperdonable que luego de la oposición del Polo
Democrático, acepten ahora a un sujeto inconveniente para el bienestar de
Colombia.
El que quiera dirigir a un país
debe tener el mismo en la cabeza; Sergio Fajardo, no lo tiene. Además, si bien
es cierto que no cuenta con impedimentos legales para ser candidato, sí padece
cuestionamientos por irregularidades que dejan en entredicho la moralidad de la
que tanto presume.
Es una conducta propia de la
hipocresía, venderse como un ser decente y pulcro cuando se soporta el yugo de
la corrupción. Todos y todas, los colombianos y colombianas, no somos tontos ni
tontas. Que no nos metan los dedos a la boca.
Finalmente, no está de menos
mencionar de nuevo que, Fajardo es el deseado candidato de la transición. El
mismo que requiere la banda terrorista de las Farc para obtener todo lo
concedido por el desgobierno actual. Ya hay serios indicios que dejan de
manifiesto la voluntad de Santos sobre su anhelo fructuoso: ‘Fajardo
Presidente’ 2018- 2022.
Un motivo más para oponerse a su
candidatura. Por donde quiera que se le vea, está reventado.
Comentarios
Publicar un comentario