Los partidos políticos
tradicionales- Liberal y Conservador- están devastados bajo ineptitudes
exorbitantes. El trapo rojo del liberalismo, navegando en sus cenizas, dejó de
ser el fervor del pueblo desde que sujetos de la estirpe de Cesar Gaviria y
Ernesto Samper ocuparon la presidencia de la república. Desde dicha época, el
desprestigio ha rondado la colectividad, en tanto, no se ha presentado hasta
ahora un candidato idóneo que logre despedazar ese fantasma. Infortunadamente,
todos los liberales son, en este momento, más de lo mismo: máximos
representantes de componendas burocráticas que, sin pudor alguno, se
convirtieron en viles sirvientes del Gobierno Nacional.
Como si fuera poco, provocó en el
mes de noviembre, gran estupefacción, la moribunda consulta liberal en la que
despilfarraron aproximadamente 40.000 mil millones de pesos, necesarios para
ejecutar un sinnúmero de proyectos de inversión social. Gastarse exorbitantes
recursos para obtener 690.435 votos, entre dos precandidatos, es una
desfachatez absoluta. Teniendo en cuenta que Humberto De La Calle se posiciona
como un candidato incinerado. Lo que se traduce en que esa ‘platica’
proveniente del exiguo presupuesto
nacional, la dilapidaron sin consideración alguna. Lo despreciable de
sobremanera es que con la suma de dinero que botaron en la pseudo-contienda
liberal, se hubiesen podido construir 680 unidades de viviendas de interés
social, financiar cuatro mega-colegios en cualquier ciudad, ejecutar la
construcción de un 15% a un 20% de un hospital de tercer nivel en Colombia, y
construir unos dos kilómetros de vías 4G, las cuales requerimos con urgencia
para incrementar nuestro nivel de competitividad. Además, se hubiesen podido
pagar unos 1.900 semestres del programa ‘Ser Pilo Paga’. Pero, les fue más
‘prioritario’ satisfacer caprichos infundados, ya que la consulta se pudo haber
efectuado a través de medios mesurados.
Ahora, frente al partido
conservador, encontramos grandes deficiencias, traducidas en la larga crisis
prolongada por culpa del fútil ex-presidente Andrés Pastrana, un hombre que
extendió en el conservatismo, su impopularidad imperante, hasta convertirlo en
una corriente extinta en el panorama nacional. El desprestigio de los
conservadores se presentó principalmente por la migración de sus principales
líderes. Sumado a ello, el senador Uribe en su época de mandatario, asumió tras
bambalinas, las banderas tradicionales de dicha colectividad, arrebatándole de esta manera, la identidad al partido. Los
conservadores dejaron de ser
protagonistas de la realidad política nacional para convertirse en una
constelación postrada de dirigentes regionales
que escasamente los conocen en sus casas. A duras penas los colombianos
tienen presente la existencia de los miembros del partido conservador, dado que
se trata de una agrupación intrascendente que carece de admiración.
En tratándose de una cruda y
burda realidad, resulta cómico que ambas colectividades, conservatismo y
liberalismo- se engañen abruptamente, bajo la concepción de que aún mantienen
una ‘fuerte’ representación popular. El chiste se cuenta solo, y, es inevitable
no sonrojarse por vergüenza ajena. Y es que la pérdida de protagonismo de ambas
colectividades se debe a las malas administraciones de los personajes
anteriormente mencionados. De la misma manera, ha surgido una situación
semejante en el Partido de la U de Santos, el presidente más impopular de la
historia de Colombia. En medio de la decadencia, retumba su sórdida soledad
institucional: su gabinete se hace ‘el de las gafas’ cuando de defenderlo se
trata; lo abandonó su ministro estrella- Vargas Lleras-, y los que consideraba
sus principales aliados no tienen reparo en voltearle la cara y despreciarlo.
Dándole todos de su propia medicina, mientras su desgobierno se desborona como
un castillo de naipes.
Sin olvidar al Centro
Democrático, una colectividad preparada, estructurada y capacitada, pero
hiperbólicamente supeditada a la complacencia de su amo. No hay un solo miembro
de esa colectividad que se atreva a sentar diferencias frente a los
comportamientos desproporcionados del senador Uribe, verbigracia, el ataque
infundado a periodistas colombianos. Mientras sea así, el camino que les espera
será desolador. Además, porque es menester rechazar de plano, la alianza
anunciada con Pastrana, un hombre del que otrora fue su enemigo declarado. No
comprendemos ahora, cómo es posible la misma luego de que ambos padecieron
diferencias políticas irreconciliables. Y es que con la perorata de que la
política es ‘dinámica’, dirigentes de esta patria han acomodado su sed de
triunfo, ignorando las necesidades de sus coterráneos, por ello, desde este
instante, es menester despreciar el ‘dinamismo político’ de algunos
funcionarios, ya que éste representa una insolente manifestación de
clientelismo barato. Sin embargo, admiramos la labor incansable del senador
Uribe, dejando manifiesto que diferimos con muchos de sus postulados. Las
restantes colectividades: Cambio Radical, Partido Verde y el Polo Democrático
padecen un problema común, y es la precariedad en la dirección y en la
ejecución de sus postulados. Ya vimos como Vargas Lleras manifestó no ser
candidato oficial de CR, aun cuando durante 10 años se jactó de ser el máximo
representante del mismo. Y como el partido verde ha estado desubicado por no
lograr de manera oportuna un acuerdo con los miembros de la denominada
“Coalición Colombia” (Robledo, López y Fajardo).
Finalmente, es desolador observar
a los pre-candidatos de las colectividades no destacarse por sus propuestas de
desarrollo nación, sino por ataques infundados. Algunos utilizando el discurso
de la paz, como factor de lucha, y otros mostrándose como abanderados de la
corrupción, cuando han sido integrantes de la misma. Olvidando las necesidades
y prioridades nacionales por manifestar monstruosas vanidades. Así pues, la
crisis partidista es inminente dado que los partidos actuales no son como los
de antaño, en tanto no representan los intereses reales de los ciudadanos.
Comentarios
Publicar un comentario