La realidad económica colombiana
es actualmente deprimente. La desaceleración monetaria y la improvisación en
materia fiscal han sido monumentales, en tanto, la reforma tributaria del
ejecutivo central, tramitada recientemente, fue excesivamente contraccionista.
Sin más ni más han ocasionado grandes perjuicios al patrimonio de los
ciudadanos reflejados en el aumento de las cargas tributarias para la industria
privada, y la clase media, así como la notable reducción del gasto público por
cuenta del despilfarro inconsciente. El déficit ha generado, directamente, un
detrimento en las finanzas del presupuesto nacional. A ello también debemos
agregarle que los acuerdos de paz contribuyeron para consolidar ésta degradante
realidad, pues es un hecho notorio que las reformas tramitadas por el Gobierno
Santos, tenían tras bambalinas, una exclusiva finalidad: suplir los
exorbitantes gastos provenientes del proceso de paz.
Y claro, resulta evidente, ya
que, haber financiado la cantidad de beneficios que les otorgaron al grupo
terrorista Farc, le costó al Estado colombiano un “ojo de la cara”. En
realidad, el Gobierno Nacional no planeó con rigor los costos de semejantes concesiones
y, sin efectuar un riguroso análisis financiero, ofreció de todo abusando del
exiguo presupuesto nacional.
El país se encuentra en recesión
económica por cuenta de la desaceleración desmesurada y, ello, no hay quien lo
pueda ocultar; al Gobierno Santos casi nada le ha salido bien debido a la
táctica burda de la improvisación. La anhelada “paz” podrá ser un derecho, un
deber y hasta bien supremo para los ciudadanos, pero los que entienden,
siquiera, un ápice de economía, saben que la misma no puede ser una excusa para
despedazar, sin atención alguna, el devastado erario colombiano.
Para la muestra de un botón, ya
han proferido lamentables vaticinios el emisor central y la academia. El
presidente del Banco de la República ha expresado que vendrán tiempos complejos
e inciertos en los que será menester que, los ciudadanos eviten en mayor medida
contraer deudas; con el agravante de que el PIB posiblemente crecerá esta
temporada un 1.6%. Algunos expertos tributaristas analizan en la actualidad,
una brecha fiscal restringida para el 2018, traducida en la escasez de recursos
monetarios para financiar las expectativas del gasto público del año próximo y,
de 24 meses más.
Sin restarle atención a los
conceptos científicos de los docentes Eduardo Sarmiento (Presidente de la
academia de economía), Héctor Ochoa (Decano de Economía de Icesi) y Eduardo
Sepúlveda (Decano de economía de la Universidad del Rosario) quienes coinciden
en determinar que desde hace tres años Colombia viene en decaimiento y
estancamiento productivo, gracias a la mala administración del Gobierno de
turno. Los análisis efectuados son desastrosos, empero, sigue siendo el
ejecutivo central quien ignora ésta cruda realidad; o no entiende o se hace el
desentendido.
Por otra parte, se presenta un notable
déficit fiscal proveniente del régimen pensional que requiere nada más ni nada
menos que la módica suma de 42 billones de pesos para pagar las pensiones del
2018. Lo que a su vez implica que personas mayores de 60 años comenzarán a
padecer dificultades para recibir sus respectivas pensiones de vejez. Ante tan
deplorable panorama, ¿Qué pensará el presidente Santos? ¿Será consecuente con
sus responsabilidades políticas? O ¿Temerariamente será capaz de considerar que
la economía va por buen camino y el devenir es positivo? Dicho sea de paso,
estos resultados, estaban previstos en su cumplimiento, no obstante, lo que le
preocupa de sobremanera a este suscrito es que, el próximo gobierno heredará
una situación fiscal bastante precaria, la cual, no parece sobreponerse a corto
plazo, lo que significa que el próximo mandatario estará atado al deshonor del
desperdicio.
¿Cómo transcurrirá el futuro
económico de Colombia? ¿Qué acciones implementará el próximo presidente de la
república, ante semejante quiebra? ¿Será pertinente que en nuestra calidad de
contribuyentes debamos soportar nuevamente mayores cargas tributarias impuestas
por el próximo mandatario, para tapar el hueco fiscal que excavó Santos? ¿No es
un abuso que tengamos que padecer las consecuencias de las malas decisiones de
un desgobierno que no supo racionalizar el presupuesto, y fue un potencial
dilapidador en las finanzas?
Esperemos que todo cambie, aunque
sabemos que no será una tarea fácil. Por tanto, nos asiste el deber de elegir
una buena administración el próximo año, la cual reúna las calidades y
cualidades suficientes para sobreponerse al actual deterioro
económico-financiero que padece nuestra nación.
ADENDA # 1: Al anterior apuro le
agregamos también, el mar de cocaína en el que actualmente estamos naufragando.
Según la DEA el incremento ha sido inocultable, y el Gobierno no ha tomado las
acciones pertinentes para contrarrestar la problemática. Como si fuera poco, el
número de disidentes de las Farc se aproxima a los dos mil miembros, los
cuales, por lógica, seguirán dedicados a la exportación de la sustancia. En
algunos municipios se están organizando clandestinamente bajo el manto de que
el narcotráfico es un delito conexo al político, cuando el ideal es luchar por
una rebelión que justifica la “causa”. He ahí el resultado de la complacencia:
los bandidos acomodando todo a su antojo.
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