Ser uribista en Colombia es estar
expuesto al mayor debacle con los resentidos que destilan odio en contra del
señor Uribe. Ser víctima de la intolerancia, de los improperios y de las
ofensas es la consecuencia de simpatizar con la obra del Gobierno de un señor
que tuvo grandes aciertos, pero también algunos desaciertos que sus
simpatizantes nunca hemos dejado de reconocer.
No obstante, en la administración
pública nacional, gústeles o no, Uribe sacó a Colombia de la hecatombe que
padecía por cuenta del terrorismo revolucionario. Por ello, los que creemos
mesuradamente en su gestión, tenemos presente que, ha sido el único mandatario
capaz de cumplir con lo pactado en campaña. No pretendemos deducir la
perfección en su obra de Gobierno, ni mucho endilgarle una tendencia impoluta,
porque bien sabemos que no es así, pero sí reconocer que ha sido uno entre
tantos hombres que en el ejercicio de la presidencia, gestionó algo coherente
para el bienestar de todos los colombianos.
Los que valoramos su esfuerzo
comprendemos objetivamente que, no hay que ser perfecto para adorar las buenas
intenciones de un sujeto, pero tampoco condescendiente para pasar por alto los
errores perpetrados en ocho años. Para efectos de ilustrar a los
anti-uribistas, debemos afirmar que los uribistas mesurados, no es que nos
hagamos los de la vista gorda con los escándalos de corrupción que han afectado
la gestión, por el contrario, los reconocemos. Sin embargo, estamos convencidos
de que entre lo positivo y lo negativo, optamos por darle prevalencia a lo
positivo, en la medida en que consideramos que en el ejercicio de la política,
la gobernabilidad nunca es sinónimo de perfección. De esta manera, es que
comprendemos que lo perfecto no existe y que dentro de la adversidad siempre
prevalecerá lo satisfactorio sobre el error, ello para lograr bienestar general
en la nación. Lo que es malo hay que superarlo y la mejor manera de hacerlo es
desechándolo a través de cualquier efecto positivo.
Algunos, específicamente
envidiosos y mediocres, observan siempre lo malo con la oscura intención de
desechar lo bueno, ello con el fin de restarle créditos a quien se atreve a
ejecutar algo relativamente positivo para el desarrollo de un país.
Efectivamente, eso es lo que ha sucedido con los intolerantes anti-uribistas,
que no soportan la idea de que, dentro de excesivos errores, hubo también
grandes proposiciones del señor Uribe, las cuales han influido positivamente en
el futuro de las nuevas generaciones.
Cuando Uribe llegó a la Casa de Nariño no había cohesión social, ni
confianza en la inversión, mucho menos, estabilidad en la economía. Ahora bien,
los invito a que realicen un ejercicio objetivo de investigación sobre lo que
dejó ese señor cuando terminó su periodo presidencial (ello dejando a un lado
los escándalos que sacudieron su mandato). Estoy seguro que encontrarán lo
mismo que yo he encontrado, lo cual se traduce a situaciones extremadamente
positivas para el desarrollo de Colombia.
Así pues, por ello es que somos
uribistas, porque le damos prevalencia a lo bueno sobre lo malo, y a lo
positivo sobre lo negativo. Nadie ha dicho que todo haya sido perfecto ni que
estemos 100% de acuerdo con algunas conductas de Álvaro Uribe, no obstante,
reconocemos que sus aciertos han sido más potentes que sus desaciertos. Lo que
resulta imposible de aceptar es que haya quienes se atrevan a señalar a
aquellos que con vehemencia defendemos con argumentos lo que creemos por
convicción.
Por ello, la invitación es a
debatir, deliberar y construir opinión sin tener que señalar en el escarnio a
quien piense diferente. Particularmente hemos padecido dicha situación, por lo
que nos encontramos excesivamente cansados. El que quiera criticar que lo haga
para construir, de lo contrario, que se abstenga porque solo generará más
podredumbre en la construcción de una cultura política seria y propositiva.
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