Se ha dicho que la Constitución
Venezolana ampara a los ciudadanos para alzarse en armas en contra del régimen
dictatorial de Nicolás Maduro. Nada más cierto que ello, más aún cuando se
trata de un enfermo mental que no tiene límites ni vacilación para despezar
todo aquello que le estorbe.
Los genocidios perpetrados a la
ciudadanía durante los últimos meses, el ataque a los diputados opositores, los
ríos de sangre que inundan las afueras del palacio Miraflores, las constantes
amenazas a la población, y la revolución del hambre perpetrada de manera
indolente son motivos suficientes para que el pueblo enfurecido derroque al
maldito régimen. La hermana república está triste, deteriorada, desmotivada
pero conserva la sagrada esperanza: el fin de una era desdichada impuesta por
narcotraficantes de facha
socialista-comunista, marxista-leninista, y revolucionaria.
El cartel de los Soles es el que
dirige la revolución bolivariana en complicidad de los totalitaristas de
Miraflores, encabezada por el vicepresidente Tareck El Aissami, reconocido
narcotraficante a nivel mundial. Del mismo modo, los narco-sobrinos de Nicolás
Maduro, llamados Efraín Campos Flores y Franqui Flores de Freitas. Sin olvidar
a Diosdado Cabello, criminal encargado de financiar a los grupos que siembran
terror en Caracas y Maracaibo.
No es un secreto que los
venezolanos de bien están expuestos a la locura de unos mafiosos, no es fácil
enfrentarlos, pero es menester atacarlos de manera unida. Para combatirlos es
necesaria la resistencia civil interna o la intervención de una mega-potencia
como Estados Unidos. Solo el pueblo unido cuenta con la facultad de derrocar a
los narco-bandidos que se han perpetrado en el poder, y para ello es
indispensable el apoyo de la comunidad internacional. La tiranía venezolana es
cobarde toda vez que su proceder ha radicado en atropellar al pueblo, ante
ello, la respuesta debe ser a través de la vía armada. Ni el diálogo ni la
deliberación encuentran lugar para esta situación.
El régimen Castro-Chavista es el
culpable directo de la narco-dictadura organizada, fueron Fidel Castro y Hugo
Chávez, los responsables de la consumación de dicho modelo de Estado: Robarle
al pueblo bajo la excusa de lograr una supuesta ‘equidad’ con el fin de
incrementar sus mezquinos bolsillos. Ese ha sido el ideal del comunismo desde
la revolución Cubana. Empobrecer al pueblo y correlativamente enriquecerse
ellos. Es por ello que los denominamos los ‘comunistas capitalistas’. Falsos a
más no poder porque nunca conocieron a profundidad la ideología que
proliferaban. Ni que decir de Nicolás Maduro, un sujeto burdo, bruto y
miserable que no es fácilmente manipulable debido a su escasa educación.
El pueblo venezolano es
históricamente grande por su patriotismo y entereza. Es este el único legitimado
para ponerle fin a una era maldita. Pero es necesario el apoyo internacional.
Ya es hora de que Estados Unidos intervenga, en la medida en que no hay una
potencia tan legítimamente facultada como esta para obrar de conformidad.
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