Preocupantes las declaraciones
que escuchamos hace unos días del fiscal Néstor Humberto Martínez en las que
afirma que el grupo terrorista Farc cuenta con varios billones en bienes. Ello
no era un secreto para nadie, no obstante, no deja de ser escalofriante la
declaración dado que corrobora una nefasta sospecha: El grupo criminal
seguramente destinará todos sus narco-dólares para financiar sus campañas políticas. ¡Gran
privilegio!
El pueblo colombiano rechaza lo pactado en la Habana, y uno de los
motivos del rechazo es la infinidad de privilegios que le fueron concedidos al
grupo criminal: Una guerrilla que tendrá acceso a todo, sin comprometerse con
nada, toda vez que, no han devuelto la infinidad de niños que tienen en su
poder, tampoco han demostrado voluntad para dejar las armas y, como si fuera
poco, se han molestado cuando se les exige devolver los dineros ilícitos.
Haciendo un ejercicio mental sano, los invito a reflexionar: ¿Qué
esperanzas podemos encontrar en un proceso, donde el agresor no demuestra
voluntad real de cambio? ¿Será que sí hay voluntad de paz por parte del
terrorismo, o todo es más bien, una fachada para facilitarles su acceso al
poder? ¿Las Farc estarán detrás de la
paz, o de intereses burocráticos? Todos estos interrogantes nos surgen a muchos
colombianos que anhelamos la paz, pero indefectiblemente, por coherencia y
consecuencia, nos oponemos al proceso, toda vez que consideramos el mismo, una
bicoca organizada para el beneficio específico de unos delincuentes que no les
interesa el bienestar del pueblo, sino el acceso impune a las mieles del poder
gubernamental.
¿Cómo es posible que hasta el momento, el grupo criminal no reconozca su
calidad de victimario, y por el contrario se autoproclame, víctima? Los pájaros
tirándole a las escopetas; por tal razón, resulta inadmisible, permitirle a un
ofensor, en un marco de justicia transicional, negociar con semejante desequilibrio.
No solo por la falta de gobernabilidad que ello produce, sino por el mensaje
subliminal que se le emite a la población: Ser ‘pillo’ paga. El desgobierno de
Juan Manuel Santos, no ha dimensionado la magnitud del conflicto que puede
producir la consecución de una paz mal negociada: una cantidad de grupos de
autodefensa dispuestos a armarse, pero sobretodo, un caos mucho peor: la lesión
de la democracia y sus instituciones.
Deseamos fervorosamente un país en paz, pero no a través de dichas
condiciones. Consideramos que de dicha forma no se negocia, porque, en una
negociación es menester el equilibrio entre las partes, a través de la igualdad
entre los beneficios y las exigencias. Es por ello que nos preguntamos: ¿Qué
exigencia se le ha hecho efectiva, hasta el momento, a las Farc? La respuesta
es clara: Ninguna; y es así, porque no han entregado ni siquiera parte de sus
mal habidas fortunas, ni han restituido los niños raptados, entonces: ¿Cuál es
la paz que están construyendo? ¿No tiene ello, notorios índices de impunidad?
Ahora bien, nos preguntamos: ¿Cómo es el asunto del ‘adiós’ a las armas
por parte de las Farc? Si claramente observamos, hace un tiempo, al alto
comisionado para la paz, afirmar que, ni el Gobierno ni la ONU tienen como
verificar la cantidad exacta de armas del grupo criminal, entonces: ¿Cómo es
eso de que el Gobierno recibirá todas las armas, cuando no han encontrado
ninguna caleta? ¿Qué es exactamente lo que van a entregar los genocidas? ¿Qué
garantía de certeza tenemos los colombianos para comprobar que los bandidos
entregaron la totalidad de sus armas? Esto hay que revisarlo con lupa porque
encontramos infinidad de inconsistencias. No basta que la ONU sea garante,
porque con el respeto debido, es menester afirmar que la misma ha sido
delirante en el marco del ‘proceso’, además no es posible confiar en los
monitores de dicho organismo cuando sabemos que toda la vida han sido unos
izquierdistas al servicio del comunismo mundial.
Bastante ambigua resulta la situación, así como desmesurada por demás.
Es imposible confiar en las “buenas intenciones” de un grupo criminal al que se
le ha permitido hacer de todo en complicidad de un Gobierno negligente y
alcahueta. Que les quede claro que a los genocidas se les permitirá hacer
política con dineros ilícitos en sus campañas, y, lo peor, con un arsenal de
armas para amedrentar a la población. Esta patria no se convertirá
inmediatamente en Cuba o Venezuela, porque en principio la industria
difícilmente lo permitirá, pero si en un futuro inmediato no retomamos las
sendas de la prosperidad, les auguro un futuro nefasto.
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