Hace unos días se realizó la segunda Convención Nacional del Centro Democrático, arrojando importantes acuerdos de cara a la contienda electoral para la presidencia en el 2018. Se trataba de un gran evento para una bancada que más que de oposición, se constituye como independiente por lo que representa en el Congreso: el único partido político que no hace parte de la mermelada y se opone a los maldicientes acuerdos de paz. Podríamos pensar lo mismo del Polo Democrático, pero no es así, por cuanto, parte importante de sus miembros han caído en las mieles de los potes, excepto Jorge Enrique Robledo, prospecto de sinceridad y coherencia.
La convención fue maravillosa por
la deliberación presentada en la misma, así como el análisis acentuado en los
discursos pronunciados por los respectivos líderes del partido. Los asistentes
han quedado satisfechos con lo logrado, empero, nada puede ser perfecto.
Esta vez fue la denominada Misión
Carismática Internacional, congregación cristiana de Claudia Rodríguez de
Castellanos, la que dio de qué hablar, y no era para menos. Es sabido que esta
se ha convertido en socia principal de Álvaro Uribe, obteniendo provecho
político, pues actualmente cuentan con dos congresistas y un concejal en Bogotá
y pretenden ganar “más espacios” en las elecciones del 2018. En términos
simples, piden más burocracia y más puestos con el fin de obtener mayores
beneficios.
Lo realmente despreciable es la
forma descarada que la Misión Carismática utiliza para lucrarse; al parecer su
único objetivo radica en conseguir dinero a como dé lugar, y ello ha quedado
plenamente demostrado con el alquiler del centro de convenciones al Centro
Democrático por el módico valor de 25 millones de pesos. No solo se jactan
solicitando más puestos políticos, sino que, adicionalmente le alquilan un
miserable salón- con el fin de obtener un provecho egoísta- al partido político
del que es socia, sin importar el compromiso real que tienen con el mismo.
¿Dónde queda el compromiso de la Misión Carismática con el Centro Democrático?
Como quiera que sea, es vulgar la
doble moral de dicha congregación; en mi opinión, su manera de actuar se opone
radicalmente a los postulados cristianos. Razón tienen algunos destacados
constitucionalistas cuando sostienen que no hay nada más dañino para la
democracia y sus instituciones, que la combinación entre religión y política.
Sencillamente debemos propender por el Estado laico, para evitar que nuestra
democracia se colme de actos que dejan entrever la ignominia humana; entrever
porque todavía hay quienes piensan que el dinero recaudado es para realizar
obras de caridad. ¡Sigan creyendo!
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