Comienza el mundial de clubes,
tal vez el más importante para los futbolistas, después de aquel en el que
participan con sus selecciones. Se trata de un evento deportivo categórico pero
abreviado, donde los equipos que compiten esperan triunfar una vez más para
consolidar su buen momento deportivo. Es un mérito propio de la virtud hacer
parte de esta competencia; no todos tienen el privilegio de participar en ella,
únicamente la disputan aquellos que han obtenido el título internacional de su
respectivo continente, lo cual no es tarea fácil.
El nivel de competitividad es
fuerte y está permeado de un derroche de talento, hay grandes jugadores
luchando por triunfar, y no existe resignación ni piedad para la derrota.
Dentro del campo de juego, los jugadores hacen lo que mejor saben hacer: jugar
al fútbol. Hasta este punto todo es maravilloso, y no hay tacha que pueda
afectar el prestigio del evento, sin embargo existen algunos dirigentes y
medios de comunicación repletos de favoritismo o peor aún, de exceso de
confianza con un determinado equipo. Generalmente este equipo es el campeón de
Europa, arrebatándole de esta manera, virtud a los demás competidores y
produciendo una perversa polarización dentro de los amantes del fútbol.
Desde el viejo continente no es
un secreto que algunos sujetos dan por
sentado y absoluto campeón al Real Madrid, lo cual es total y absolutamente
irrespetuoso para los demás competidores, en la medida en que con ello se
desvirtúa directamente la capacidad del adversario. Lo realmente preocupante es
la actitud arrogante y arribista con la que sostienen una supuesta victoria que
aún no se ha consumado; decía por ahí un antiguo reconocido del fútbol
colombiano, llamado Mauricio ‘Chicho’ Serna que: “Los partidos hay que
jugarlos”, pues bien, ello al parecer no
es sabido, ni conocido dentro de algún sector de la ‘comunidad deportiva’
Europea, y si lo saben les importa un bledo, porque con la actitud demuestran
todo lo contrario.
Es tolerable que cada quien
demuestre su fanatismo hacia determinado equipo, precisamente de eso se trata
el fútbol, lo que es intolerable e inaceptable es que de entrada haya quienes
estén atravesados como burros locos en el camino vociferando futuras
victorias sin pudor y con excesiva prepotencia y petulancia. En mi opinión, este
tipo de conductas son propias de la ‘politiquería mugrienta’, porque si
observamos con detenimiento y rigor, generalmente nunca faltan aquellos
gobernantes populistas que generan exorbitantes polarizaciones debido a sus
comentarios y comportamientos proselitistas, con el fin de descalificar al
adversario.
Me preocupa que unos cuantos
hagan política con el fútbol, los dirigentes deportivos y periodistas algunas
veces se comportan como polítiqueros demagogos. A mí juicio, incurren en un
comportamiento soez, porque son perversas las intenciones que tienen con ello.
El deporte es, y debe ser símbolo de unión y alegría, no de división y
rebeldía. Nunca lo hemos analizado, pero
estoy seguro que las rivalidades violentas que se presentan en el fútbol casi
siempre se deben a la discordia rampante que generan estos sujetos
malintencionados.
No es sano generar en la afición
ese exceso de confianza disfrazado de procaz favoritismo, permitámonos gozar de
competencias sanas, respetando la virtud de todos los clubes que, por mérito y
esfuerzo se han hecho merecedores de participar en este maravilloso evento.
Aprendamos a respetar la capacidad del otro, y nunca demos por sentadas
victorias anticipadas, dice por ahí el adagio popular: “la vida da muchas
vueltas, y nunca sabremos que pueda pasar”, pues bien, los señores dirigentes y
periodistas, no deberían contraer actitudes triunfalistas, porque es claro que
ni los jugadores que son los que sudan la camisa para obtener el título, asumen
una actitud semejante, entonces:
¿Quiénes son ellos para hacerlo?
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