Gloriosos aquellos hombres que abordaron la aeronave rumbo a Medellín, llenos de ilusión, de entusiasmo y con gran vocación por la competición. Se trataba de deportistas no muy célebres pero talentosos; contaban gran virtud, personalidad y voluntad, pues pretendían alcanzar lo que se propone cualquier mortal: ¡La Gloria!
Gloria que radicaba en obtener el
título de un torneo suramericano, nada más ni nada menos, que con el reciente
campeón del continente, Atlético Nacional. Los aficionados- colombianos y
brasileños- esperaban un maravilloso espectáculo, sin embargo, por razones
humanas no fue posible presenciar este magnífico evento. Fallecieron 71
personas que seguramente esperaban de todo, menos perder sus vidas llegando al
destino; al parecer la alegría los inundaba desde que salieron de Brasil, pues
era la primera vez que alcanzaban una final de un torneo internacional, y
claro, no era para menos, se estaban jugando la vida... vida que les arrebató
la grotesca negligencia humana.
En mi opinión, el trágico
siniestro fue una falla personal, no me cabe la menor duda, ya que no es
posible que un grupo de sujetos medianamente diligentes no se percaten de las
consecuencias que pueden traer sobrevolar una aeronave con escases de
combustible. Así, de esta manera, fue el terrible acontecimiento: un profundo
descuido, basado en la negligencia e imprudencia.
El error es inherente al ser
humano, sin embargo ello no es un eximente de responsabilidad, todo ‘hombre
medio’ debe asumir una postura propia, la cual debe ser medianamente diligente.
Aplicando este postulado al caso concreto, es menester afirmar que no se
presentó este comportamiento por parte
de los encargados del tema en la aerolínea ‘LaMia’, razón por la cual, los
causantes de ello deben responder legalmente. En esta situación no se tomaron
las más mínimas precauciones para evitar semejante desastre, y ello
tiene un costo que debe ser saldado por la cuestionada aerolínea, y por todos
aquellos que se encuentren responsables.
Cualquier ordenamiento jurídico a
nivel global exige a todas las personas obrar en el cumplimiento de sus deberes
y obligaciones, con el fin de evitar la futura lesión o perjuicio de los bienes
jurídicos. En este evento hemos podido observar las perversas consecuencias que
pueden traer el displicente descuido humano, afectar el bien jurídico más valioso
de 71 hombres: la vida.
El daño consumado no sólo va
dirigido a las familias de los deportistas y a la institución, sino también a
la hinchada y al fútbol mundial, que no es indiferente a la pérdida de 71
vidas, mucho menos cuando pudo haberse evitado. Sin embargo, con todo lo
sucedido, entre lo malo siempre hay algo bueno, pocas veces se había visto el
mundo entero unido por una misma causa, esto sirvió para dirimir diferencias y
rivalidades, nunca se había sentido a la afición unirse fraternalmente para
manifestarse con la colaboración de una situación excesivamente dolorosa.
A los deportistas, y periodistas
fallecidos honra y honor, son unos héroes, porque nos enseñaron que la vida es
un instrumento para cumplir nuestros sueños, para luchar, amar, y perseverar.
Pasarán a la historia como aquella institución que siempre mantuvo la gloria de
una ilusión. Gloria que se llevaron con altitud y que gozarán en medio de la
eternidad. Han logrado algo más grande que ganar un torneo, lograron unir al
mundo entero.
Sólo me queda decir: La gloria es de ustedes, ¡Força
Chapecoense!
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