La prioridad de un Gobierno de
transición consiste en contrarrestar regímenes que afectan el sano ejercicio de
la democracia. Históricamente, han surgido como una respuesta efectiva a los
totalitarismos arbitrarios que ocasionan grandes perjuicios a los sistemas
democráticos. La idea es recuperar la senda de la institucionalidad que ha sido
devastada por capricho propio de los dictadores desmesurados que profanan
ideologías ‘socialistas- comunistas’. En tratándose de una figura que resulta
pertinente utilizarla en países como Venezuela y Cuba, en tanto es una medida
acertada para combatir la plaga comunista que ha demacrado los sagrados
cimientos democráticos de ambas naciones, consideramos que en el caso nuestro,
contrario a lo anhelado por la guerrilla de las Farc, no es conveniente
permitir la aplicación de esta figura, mucho menos, cuando actores de crímenes
atroces, pretenden a través de la misma, acceder a la estructura del poder
legítimo de un Estado Constitucional de Derecho.
Es un exabrupto, por decir lo
menos, la propuesta de aplicación, ya que, resulta positiva para un grupo
criminal en particular, pero no para el conglomerado social en su totalidad. Se
propende, en el evento colombiano, por la voluntad particular, sobre la
voluntad general, teniendo en cuenta que de manera burda se ha desconocido un
plebiscito que rechazó lo acordado, constituyendo una vulneración inminente a
la democracia. El bienestar general de la patria no admite implementar un
Gobierno de dicha magnitud para permitirle a las Farc acceder a los beneficios
plasmados en el documento habanero. Por salud institucional el acuerdo debe ser
modificado estructuralmente sin que sea necesario volverlo trizas. Dicha
propuesta, se manifiesta viable, eligiendo una coalición de centro derecha
debidamente organizada para la contienda electoral del 2018.
Preocupa con aglomeración que
haya quienes estén dispuestos a implementar la figura en mención sin analizar
las consecuencias de la misma, porque no es conveniente para el país que dicha
tipología encuentre relevancia en los precandidatos de la ‘Coalición Colombia’:
Gustavo Petro, Claudia López y Sergio Fajardo. Es un hecho notorio que son
ellos los favoritos de las Farc, más que ‘Timochenko’. Por ello consideramos
que tales individuos no merecen llegar a la presidencia de la república.
Advirtiendo que no nos rehusamos a la idea de que prospectos de ideologías de
izquierda gobiernen en Colombia, pues somos partidarios de que existe la
necesidad de permitirles un espacio para que puedan ejecutar sus ideas. No
obstante, la coyuntura política actual no lo permite, puesto que dicha
izquierda está encarnada en personajes ahondados por sus ineptitudes personales
y profesionales.
Petro, volvió añicos la capital
de la república; Fajardo, dejó en Bancarrota a Antioquia con la deuda de sus
obras ficticias; López, no ha hecho una obra aportante por esta patria,
diferente a escribir un libro sesgado, titulado “Y refundaron la patria”
señalando, además, bajo criterios desmesurados, a todo aquel que le fastidia.
Esos candidatos de llegar a la
presidencia, estarán dispuestos a concederles a las Farc todo lo pactado con el
desgobierno Santos. Aparte de que carecen de autoridad moral para mostrarse
como abanderados de la corrupción, dado que han sido potenciales integrantes de
la misma. Por tanto, es necesaria la contención absoluta en la posible elección
de uno de esos precandidatos que, son más de lo mismo: proclives
desconsiderados a la subversión.
No es posible ni coherente según
las necesidades de Colombia, premiar las ineptitudes potenciales de quienes
carecen de pulcritud para gobernar. Es hora de combatir la
desinstitucionalización de las instituciones y de recuperar la estabilidad
democrática. ¡No podemos confiar en quienes ven la paja en el ojo ajeno, ignorando
la viga en el ojo propio!
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